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RUIFORCO
MONASTERIO DE SAN JULIAN Y SANTA BASILISA EN TERMINO DE RUIFORCO
La fundación de este monasterio anda allá por los años
finales del siglo IX, cuando Alfonso III encomendó al caballero
Runfurcus la repoblación de gran parte de la ribera del Torío.
No consta exactamente el año de este mandato de repoblación.
Hay que deducirlo de las circunstancias siguientes:
Alfonso III reinó entre los años 866 y 910. El año
891 enriqueció al monasterio de San Adrián, en Tuñón,
con muchas posesiones, entre las cuales se cita «In territorio legionense,
MONASTERIUM SANCTI JULIANI, cum villas et familias et senras subtus ipso
Monasterio, et molinum ibidem in Turiox..
Téngase en cuenta que en ese año 891 ya estaba en
su plena organización y con cierta pujanza el monasterio de San
Julián como para proporcionar al nuevo monasterio de San Adrián,
en Tuñón, una renta tributaria apetecible.
En consecuencia, el monasterio de San Julián debió
ser fundado entre los años 866, en que empezó a gobernar
Alfonso III, y el 891, fecha en que es vinculado en renta tributaria al
de San Adrián de Tuñón.
El caballero Runfurcus, en los últimos años de su
vida, poco antes de 931, entregó su monasterio a unos monjes para
que prosiguieran la colonización que le había encomendado
Alfonso III.
Bien pronto surgió un pleito entre estos monjes y los vecinos
de Manzaneda por haber penetrado éstos, con sus roturaciones, en
terrenos del monasterio.
Alfonso IV acudió al lugar del litigio acompañado
de su Corte leonesa y del obispo Oveco, en activo, y del obispo Cixila,
dimisionario. En el juicio fueron condenados los de Manzaneda y se determinaron
los linderos de las propiedades del monasterio. Quedaban, pues, los monjes
dueños de la mayor parte de la ribera central, según puede
verse en la delimitación que se hace en el doc. Nº 1.333 del
ACL.
En el año 931, poco después del pleito sostenido con
los vecinos de Manzaneda, tiene lugar el dramático episodio que
dio lugar a la prisión y deorbitación de Alfonso IV por su
hermano Ramiro II. Alfonso IV, llevado de fervores sentimentales, ingresó
como monje en el monasterio de Sahagún, después de haber
renunciado a la corona en favor de su hermano Ramiro II. Pero muy pronto
desistió de sus propósitos monacales, volviendo a León
con la pretensión de destronar a su hermano. Ramiro II acudió
con sus tropas, sitió a su hermano en León y le hizo prisionero,
condenándole a la deorbitación. Pasado algún tiempo,
según dice el Tudense, se compadeció Ramiro II de la triste
situación de su hermano y mandó acomodar, lo mejor posible,
el monasterio de San Julián para que sirviese de mansión
llevadera a su hermano ciego y a sus tres primos, los hijos de Fruela,
que sufrían la misma pena. Según dice el Tudense, dos años
y siete meses vivieron en aquella situación, en ese monasterio,
los regios prisioneros. A la hora de su muerte fueron enterrados allí
mismo, según dicen varios autores. También Flórez
y Morales opinan que fueron trasladados a ese mismo cementerio los restos
mortales de la reina Onega, mujer de Alfonso IV.
Algunos años después reinó Sancho 1 el Gordo
(?56-967). Este rey mandó construir el monasterio de San Pelayo,
en León, al lado del antiguo de San Juan Bautista, para dar culto
a los restos mortales del niño Pelayo, martirizado por Abderramán
III el año 925, en Córdoba. Llevaban la voz cantante en la
organización de este nuevo monasterio doña Teresa, esposa
del rey, y la infanta doña Elvira, hermana del mismo. Debió
ser inaugurado hacia el año 967 cuando llegaban allí los
restos del niño mártir poco después de la muerte del
rey Sancho 1. El Tudense dice que este monasterio de San Pelayo fue construido
«para monjes». Por eso dice Pérez Llamazares que se
encargaron del servicio religioso varios monjes del monasterio de San Julián
de Ruiforco, que se encontraba en situación de «cesante»
desde la muerte de Alfonso IV. Bien pocos años duró la paz
y el fervor religioso en este monasterio de San Pelayo, porque llegaron
las hordas de Almanzor y obligaron a muchos leoneses a huir hacia Oviedo,
llevándose consigo las reliquias del niño.
Durante un siglo queda en silencio la historia del monasterio de
San Julián, quizá por los recuerdos sombríos, asociados
a la estancia y prisión de Alfonso IV y de sus primos. Vuelve a
hacerse mención del mismo en el año 1063, cuando Fernando
I solemniza la llegada de las reliquias de San Isidoro, desde Sevilla a
León, con el regalo de muchas joyas para el culto y la donación
de varias fincas para el viejo monasterio de San Pelayo, que desde entonces
se llamó de San Isidoro. Entre estas donaciones figuran, en lugar
destacado, EL MONASTERIO DE SAN JULIAN DE RUIFORCO CON TODAS SUS POSESIONES
DE TORIO
De esta manera quedó vinculado San Julián a San Isidoro,
cabeza del Infantado de Torío. Los reyes y las infantas tenían
especial intervención en las posesiones que habían pertenecido
a San Julián.
La infanta doña Sancha Raimúndez, hermana del emperador,
disfrutó de esas posesiones de San Julián, hasta la hora
de su muerte, en que dispuso que pasasen a depender de San Isidoro. Ella
muere en frebrero del año 1159, y su tío Fernando II hizo
efectivo ese testamento en ese mismo año 1159. San Isidoro era ya
cabeza de todo el Infantado de Torío y, por tanto, propietario efectivo
de sus bienes La última mención que se hace del monasterio
de San Julián está en el doc. n.2 113 de ASIL, en 1526. Se
trata de un intercambio de dos canónigos pertenecientes a San Isidoro.
Uno está en San Salvador de Valduerna. El otro cumplía misión
en Ruiforco como prior. El nuncio de Su Santidad aprobó esta permuta.